Puede ser que me quede acostada en mi cama con la almohada fría pensando en todas las palabras que desearía decirte. Puedo incluso escribir mensajes en el teléfono, hablando de mis sentimientos, y luego borrarlos cuando entro en razón.
No sabes cuánto desearía escribirte, mi corazón pide a gritos que lo haga. Que más da, es un simple “Hola” y ya se verá que puede pasar. Pero mi mente, mi mente no permite que esto suceda, es más grande la razón, es la razón que me pide que no ceda, es solo un momento de debilidad.
No quiero escribirte ahora, porque tú tampoco te dignaste en hacerlo y esto solo significa una cosa: que no hay interés. Seguramente no has sentido esa nostalgia como yo la siento cuando escucho esa melodía en la radio, esos lugares que solíamos recorrer en las tardes del domingo. No fue suficiente todo esto para motivarte a escribirme.
Hoy me encuentro en una cama vacía intentando evitar escribirte, sin embargo, es tan difícil renunciar a ti, es tan difícil no escribirte. Pero tengo que hacerlo porque tú ya me has olvidado. Al menos, así es como lo veo. Esta es la realidad.
Y no es orgullo es dignidad. Es por eso que no cedo a los deseos del corazón porque el corazón también es vulnerable y más aún cuando se acuerda de tu cumpleaños y del día en que decidimos iniciar una bonita historia de amor.
Eras parte de mi vida. Aún recuerdo tu buen sentido del humor, esa risa contagiosa, las anécdotas que tuvimos juntos, la última conversación. Pero a pesar de ello, sé que fue lo mejor, el dolor ya se había vuelto insoportable.
Decidí no escribirte porque no me traías nada bueno, porque si volvíamos a encender ese amor solo nos haríamos daño como las últimas veces antes que todo terminara.
No te escribo porque quizá simplemente leas mi mensaje y no hagas caso a lo que siento, porque si yo intento regresar a ti solo serán días tristes en el que un día me quieres y al otro no, rompiendo así mi corazón por segunda vez. No, no permitiré que eso ocurra.
Ya no necesito escribirte porque aprendí a valorarme, a resguardar mi dignidad. Aprendí a amarme por sobre todas las cosas y eso es todo lo que yo necesito.
By Palmira Castro