Estoy totalmente consciente de que mi felicidad no depende de nadie. Pero, es inevitable aceptar que algunas personas llegan para llenar de felicidad tu vida.
Eres ese tipo de personas que te hace creer en que hay algo enorme llamado destino moviendo algunos hilos para unir almas en la tierra.
Eres ese tipo de persona que sorprende al llegar, pues eres tan maravillosa que llenas cada espacio vacío dentro de mi ser.
¿Cómo no sentirme tan feliz de haberte conocido? Si tu me has dado tanto y no precisamente hablo de joyas ni cosas materiales. Hablo de vivencias, experiencias y emociones.
Hablo de esas charlas en las que me deslumbras con todo lo que sabes y que inevitablemente me haces tener una sana envidia hacia tu inteligencia.
Hablo de esas discusiones sin pelear en las que mi opinión vale tanto como la tuya y tú me lo haces saber.
Hablo de que incluso tú puedes hacer mis noches las partes más preferidas de mis días y que mis días estén deseosos de empezar siempre que tú estés ahí, descansando o quizá sirviendo el desayuno.
Por ello, solo tu presencia me da escalofríos de alegría y lágrimas de felicidad.
¿Es posible amar tanto a una persona? Ya lo creo que sí, y no me molesta en lo absoluto, pues personas como tú merecen ser amadas, valoradas y apreciadas como lo que son, invaluables tesoros en tierras llenas de tanta superficialidad.
Eres, para mí, la razón por la cual aún creo en que los finales felices existen.
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