Es fácil quitarse el peso y la sensación de responsabilidad por la persona que amas. Porque todo lo que haces por ella, parece compensarse con una sonrisa y eso es oro puro.
Esa es la verdadera magia de los amores sinceros, la de transformar, incluso los defectos de la otra persona, en encantadores detalles. La magia es verla sonreír a diario y saber que tú eres la principal causa de su felicidad. La magia se ve en lo rápido que pasa el tiempo a su lado y el deseo de que este se detenga, solo para contemplar, lo maravillosa que es la vida a su lado.
Las responsabilidades se convierten en placeres.
Los defectos en lindos detalles.
Las peleas en “sazón” de la relación.
Y las distancias en tortuosas y desesperantes etapas.
Si la amas, el sacrificio, no es sacrificio. Si la amas, eso se convierte en acciones desinteresadas y sin pesar alguno.
Si la amas, no la pones en una competencia con otros posibles amores, ni la comparas con tus antiguos amantes.
Si la amas, evitas caer en la costumbre porque eso significaría el fin de un sentimiento verdadero.
Si la amas, cada beso que le des, tendrá un significado.
De eso se trata el amor de verdad, de la sustitución de las molestias por los placeres.
De las ganas de seguir durmiendo, por el de ir a preparar un desayuno y llevárselo a la cama.
De las ganas de hacer el amor, en vez de solo tener sexo con ella.
De eso se trata el amor de verdad, de dedicarle un tiempo por placer, y no por responsabilidad.