Algunos amores vividos y que forman parte permanente de nuestro pasado, jamás logran ocupar rotundamente ese lugar que le corresponde en el pasado, pues de alguna manera siempre están presentes en nuestra vida.
No importa que tuvieran el sabor de las lágrimas o que fueran tan breves como un verano. Las personas estamos hechas de historias y el amor es tinta indeleble para el cerebro.
Hay recuerdos inoxidables, historias y vivencias que se han escrito a través de la pasión y esa magia que deja huellas indelebles en la memoria. De este modo, tanto si lo queremos como si no, es imposible borrar los amores del ayer porque también ellos nos han ayudado a ser quien somos ahora.
Decía el escritor libanés Khalil Gibran en uno de sus libros, que el corazón debe romperse en algún momento para poder abrirse de verdad. Tal vez sea cierto eso de que a amar se aprende y que son los corazones rotos los que más sabiduría contienen entre las líneas de sus cicatrices.
En cualquier caso, y más allá de las decepciones vividas y las felicidades disfrutadas, hay un hecho evidente: el cerebro no olvida jamás lo que un día se amó.
No importa que nos den recetas, consejos o sofisticadas estrategias para borrar de nuestro recuerdo a esa persona a la que quisimos una vez por encima de todas las cosas. Nada sirve.

Porque lo vivido no se olvida, simplemente, terminamos asumiendo dicha ausencia, aceptando lo que fue (y lo que no pudo ser) permitiéndonos ampliar, a su vez, la mochila de nuestros aprendizajes y experiencias.
Dejar atrás una relación y darle fin cuanto antes es, en ocasiones, algo necesario. Lo es por el bien de ambos, para conservar en buen estado las dignidades y evitar hacernos más daño del necesario.
Como bien suele decirse, una ruptura a tiempo es la única estrategia para salir enteros. Ahora bien, más allá de si ese fin es acordado por ambos o por uno solo, el sufrimiento que queda después suele ser inmenso.
Hay estudios que nos señalan que, por término medio, tardamos entre seis (6) y dieciocho (18) meses en superar una ruptura afectiva. Olvidar un amor es algo imposible porque nadie puede editar a voluntad los propios recuerdos.
No obstante, podemos modular el impacto emocional y hacer del duelo ese proceso básico y necesario mediante el cual ir gestionado sentimientos para aceptar la nueva situación.