Hay veces que no nos damos cuenta de que nuestra presencia en un sitio no es apreciada, sino más bien al contrario, resulta en incómoda y continuamos frecuentando un lugar o a algunas sujetos, seguimos entregando de nosotros y tratando de no darnos cuenta de las señales que nos invitan a no regresar.
Ningún ser humano tiene la obligación de querer a otra persona, de otorgarle un lugar en su vida, de recibirlo de buena manera en su vida, pero sin duda si captamos que no somos valorados en un lugar físico o sentimentalmente conversando, nuestro único deber es alejarnos con mucha dignidad y no exponernos a situaciones que nos llevan a menos.
Cualquier persona en esta vida debe aprender a amarse a sí misma, reforzando las cosas positivas, comprendiendo que merecemos para nuestra vida lo mejor y que si nosotros estamos dispuestos a entregar de nosotros algo que aporte y a valorar las presencias de aquellas personas que queremos en nuestras vidas, esto debe representar el límite inferior de lo que aceptemos de los otros.
Debemos ser seres muy cuidadosos con aquellas personas que simplemente simulan afecto e interés solo cuando necesitan algo de ti y una vez que hayan obtenido lo que necesitaban toman una postura de desvalorización que le caracteriza. No nos merece ser usados, rechazado, desvalorado, pero el evadirlo no es responsabilidad de quien lo propina, sino de cada uno de nosotros si lo permite.