Personalidad, eso que vamos adaptando según nuestro entorno.

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La personalidad, es algo que se va desarrollando desde una base en la crianza, pues a media que nos va avanzando el tiempo y con ello nuestros años, vamos teniendo la capacidad de creer que somos de cierta forma desde que nacemos y que eso es imposible de modificar.

Sin embargo, poco a poco esa perspectiva va cambiando cuando nos damos cuenta que tenemos la capacidad para generar ciertos cambios en nuestra personalidad y transformarnos así en mejores personas o tener relaciones más llevaderas. Solo es cuestión de comprometerse con uno mismo.Es el propio lenguaje que utilizamos el que es cómplice de esta percepción de inmutabilidad. El verbo «ser» actúa como condena, porque «ser» apunta a una esencia que siempre se puede definir de otra manera, moldear con otras aristas.

A diferencia de lo que consideramos, la personalidad no es un ente estático e inmóvil, sino que se puede ir moldeando según los estímulos externos y todo lo que nos rodea. Desde el momento en que nacemos, estamos incorporando hábitos, experiencias e incluso traumas que forjan nuestro carácter.

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En cada etapa de nuestra vida, nuestra personalidad se va reforzando, y con ella nuestros gustos, creencias, hábitos y manera de ser.

Con el paso de los años nuestras actitudes pueden ser siempre las mismas -o muy similares- y se termina creyendo que la personalidad ha sido marcada a fuego y, como si fuese un tatuaje, es para siempre.

Pero, la verdad es que quizás ajustamos un poco todo eso, y quizás sin darnos cuenta. Tenemos la posibilidad de modificar los rasgos que no nos agradan y mejorar la relación que tenemos con nosotros mismos y con los demás.

Si bien es más sencillo “mover piezas” de la personalidad cuando somos niños o adolescentes, también podemos ver resultados positivos en la etapa adulta.

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Aunque se crea que al tener cierta edad ya es imposible cambiar, esta afirmación no es cierta, pues nunca es tarde para intentarlo, para hacer las cosas mejor.

Quizás las modificaciones no sean tan abrumadoras o tangibles, pero habrá cambios, de eso se puede estar seguro. Esas ligeras intervenciones en nuestro carácter pueden ser las que nos ayuden a vivir más felices y a ser mejores personas.

No es necesario sufrir un grave trastorno de personalidad para ir a terapia y empezar a modificar nuestras actitudes frente a lo que nos rodea. Los cambios son positivos y necesarios, no podemos quedarnos parados siempre en una misma posición.