Yo nunca he perdido el tiempo. A todos en algún momento de nuestra vida alguien nos ha dicho que hemos perdido el tiempo, pero ese alguien rara vez argumenta su juicio. Yo nunca perdí el tiempo, siempre respiré cada segundo. Otra cosa bien distinta es que pareciera pasar algo más lento a veces o multiplicase su velocidad sin que yo supiera que era una toma irrepetible.
Dicen que debemos aprovechar el tiempo y no perderlo, pero añoro los tiempos en los que el tiempo no era un capital preciado sino simplemente existente, del que nadie parecía conocer mucho. Esos tiempos en las manecillas seguían corriendo, pero su discurrir no nos despertaba angustia.
Que a veces pase el tiempo sin darme cuenta, respirando
Me parece que cuanto menos consciencia tengamos del tiempo, más ligeros nos sentimos. Añoro los tiempos de aburrimiento, añoro los tiempos en los que podía estar haciendo cualquier cosa sin pensar en la gran cantidad de asuntos importantes que no estoy haciendo o, peor aún, pensando.
Ya no me planteo tan a menudo si pierdo el tiempo o no, lo gano respirando cada segundo sin preguntarme si lo empleé correctamente. Me da paz, aunque no sé si es rentable. No me lamento por no haber sido mucho mejor en una época, un día, una noche. Ya no me culpabilizo por haber perdido el tiempo.
Todo el tiempo que “perdí” lo gané en aprender de sobra qué es lo que no tengo que repetir y qué tengo que hacer de otra forma. Todo el tiempo que “perdí” y muchas veces sufrí no me hace sentir culpable. De hecho me enseñó que nunca hay tiempos perdidos, sino nunca aprendidos.