Cerré mis ojos, porque todo lo que veía, me recordaba a ti.
Luego de que mis amores se desprendiesen de mi compañía,
Me refugié en los consejos de mi almohada,
Pero ella solo me hablaba de contar ovejas para conciliar el sueño.
De ese modo, también se hizo mi enemiga, porque en cada sueño aparecían los recuerdos de los viejos amores, que se llevaron parte de mí.
Así que preferí empezar a contar defectos en vez de aquellas ovejas,
Y me percaté de que, entre todos estos, la falta de aceptación era la que más me dolía.
No aceptaba la soledad, porque le temía, sentía que era ajeno a ella.
Pero, en definitiva, no era la soledad, sino el vacío que me provocaba pensar equívocamente,
Que un eterno duelo por aquellos amores que se fueron, serviría de algo para recuperarlos.
Ningún amor muere.
Estos se quedan dentro, en los rincones más oscuros del corazón, donde nos da pánico echar un vistazo.
Ningún amor muere.
Ellos se quedan vagando en tus día a día.
En los olores que te recuerdan a Gabriela, a Samantha, a Erick o a Gustavo.
Ningún amor muere.
Ellos prevalecen en los sitios que frecuentabas antes de que se fueran.
Ningún amor muere, pues ellos solo cambian de lugar en la memoria.