Necesito respirar, necesito alejarme de ti y seguir mi propio rumbo.

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En la vida todos hemos tenido a ese amor que se nos ha hecho casi imposible olvidar, con el que hemos sentido que el tiempo pasa y pasa y aún esa personas sigue estando presente en nuestros pensamientos. Cuando esto sucede todos llegamos a sentir que sería imposible conseguirlo y que tendríamos que vivir siempre con esos daños que nos causó.

Nos hemos aferrado tanto a ese amor que el dejarlo ha sido un proceso sumamente arduo. Sin embargo sus acciones nos han obligado a marcar distancia, a dar por finalizada esa relación que no nos traería nada bueno. Al notar su indiferencia, dándote cuenta que siempre fuiste tú el/la encargado/a de mantener viva la llama del amor, fue el detonante de tu molestia para con la relación.

Sentías que el amor y el cariño no fluían de ambas partes, que tu ex pareja no demostraba interés en la relación. En cambio, siempre reclamaba la tuya, requiriendo tus demostraciones de afecto y tú tiempo, esperando que tu vida se basara en torno a él/ella, sin que le diera importancia a tus asuntos particulares.

Con el tiempo esta situación fue decepcionándote y te fuiste alejando. Estabas cansado/a de estar en todo momento para él/ella, en los días de claridad y en los de oscuridad, celebrando sus logros y ayudándolo/a a superar sus tristezas, pero él/ella nunca estaba para ti, en tus momentos de felicidad solo era capaz de dedicarte unas cuantas palabras y en tus tristezas un frío abrazo, sin rastro de empatía.

Había llegado el momento de cortar con todos los lazos que te unían a esa persona, la relación se había vuelto dañina para ambos, solo causaba tensión, molestias, angustias y agobios. Era imposible seguir sobrellevando dicha situación, su indiferencia, su falta de entrega y de gratitud, tu paciencia se había agotado. Ya era hora de seguir adelante, de recuperar ese amor propio que se había desvanecido, recordando que lo primordial siempre será tu bienestar, tu paz y tu felicidad.