Los hijos no se pierden en la calle, se pierden es dentro de casa.

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Si un niño comienza  a tener algunas malas costumbres u olvide sus valores no es algo que se pierda en la calle como muchos mencionan. Esa pérdida empieza desde el  hogar en el cual  conviven cada día.

Si un niño posee cierto comportamiento  agresivos ya sea en la escuela  y las autoridades correspondientes se contactan  con sus  padres, lo más común  es que los padres  culpen al sistema, a la escuela  y a la comunidad de la institución  por no “saber educar”. Les dan  la responsabilidad a los demás  para sentirse libres de culpa sobre el comportamiento de sus hijos.

Es verdad  que al momento  de educar a un niño, todos son elementos  determinantes, el instituto, los profesores, la sociedad, los medios de comunicación y claro, la misma  familia. Pero es la familia la que desarrolla en su cerebro el término básico de respeto, de empatía, de autoestima y comprensión.

Cuando existen problemas tanto  emocionales como de  aprendizaje en clases, es evidente  que se deben tomar ciertas  medidas. Si los padres nos apoyan a su hijo ya sea porque piensan   que es trabajo de otra persona más, entonces ya se crea  un grave  problema adicional en el niño.

No  existe una definición  patología para los problemas de la infancia y la adolescencia. Es muy necesario asumir la responsabilidad de lo que ocurre como educadores, como expertos  de salud y claro, como padres.

Si un profesor notifica  sobre la  aptitud  de un niño  no es para juzgar o criticar  a su familia, es para hacerlos  entender que ciertas cosas en el hogar  se están proyectando de manera equivocada y se debe establecer ciertos cambios para poder ayudarlo.