La pérdida, el vacío y el pasado que suelen caracterizar al nivel religiosa de la vida del hombre son la prueba máxima de que el ser humano, al menos para el filósofo danés Soren Kierkegaard, es inevitablemente libre. Es libre ya que nadie está determinado nunca por ningún fundamento lógico; y por ende cada vida resulta en un proceso diferente de autointerpretación y angustia. He ahí la condena de la que nos hace sujetos la libertad.
Soren Kierkegaard nació en Dinamarca el 5 de mayo de 1813. Su familia era religiosa y aparte pertenecía a la clase alta. Como su padre deseaba, comenzó por estudiar Teología en la Universidad de Copenhague; pero por su falta de compromiso, terminó dedicándose a lo que verdaderamente le gustaba: la Filosofía y la Literatura. Algunos mencionaban que tenía una mirada azul profunda el cual enamoró a muchas personas, y que en su rostro siempre se percibía tristeza y melancolía. Kierkegaard redacto muchas obras, pero siempre firmaba con un pseudónimo distinto, y esto se debía a que cada uno de sus obras le evocaba a un ente desigual; lo posterior le permitía escribir siempre desde una perspectiva diferente. Varias versiones opcionales de sí mismo surgieron en sus libros, pero todas coincidían en el pesimismo: existir es lo más complicado que hará jamás el ser humano.
La filosofía de Kierkegaard consiste de la angustia. Estuvo totalmente en contra de toda directriz epistemológica que estructurara las concepciones de los individuos sobre sí mismo; es decir, al ver las peculiaridades de la existencia individual, genero su sistema de pensamiento en torno a un sujeto concreto, una que ríe, llora, triunfa y fracasa. Es muy difícil pensar nuestra vida desde un aspecto objetivo, por eso analizar la existencia desde el propio comportamiento es la mejor alternativa para comprender el mundo. Su filosofía, por ende, es personalista.
Kierkegaard plantea 3 estadios comunes para la humanidad.
- Etapa ética: Esta se caracterizada porque la persona concreta se preocupa por el deber ser, donde orientan su pensamiento por el sendero de lo correcto y articula su deber de acuerdo con la verdad.
- La vía estética: El sujeto se deja fluir por lo que sus sentidos le transmite y encuentra una forma peculiar de desarrollarse a partir del arte, el amor o la superficialidad.
- La etapa religiosa: No consiste en la búsqueda de un Dios, sino es por la aparición repentina de interrogantes trascendentales; por ejemplo: ¿qué será de mí?
Las etapas de la vida propuesta por Kierkegaard mantienen a la persona aislada de una visión comunitaria o social del planeta, y en ese sentido son sólo etapas de batalla personal; por ende, están sujetas a trasformaciones en orden y estructura.
“¿Qué es la angustia para Kierkegaard?”
Él llama angustia: estar arraigado a factores desconocidos que no sólo no controla, sino que además desconoce. La angustia del devenir es la primera y última causa de nuestro vacío. Las decisiones que escojamos cada día representan la insoportable libertad y las inevitables equivocaciones que abundarán en el camino. Después de todo, “la vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada”.
Dada la libertad, nosotros mismo somos responsables de nuestra propia vida, y la fe es la única forma de poder superar la angustia. En la filosofía de Kierkegaard, nuestro devenir estará plagado de imprecisiones y eventos azarosos; por lo tanto, el único modo concreto de creer en la salvedad del futuro vacío es dar crédito a la fe. Saltar desde una gran altura extraña y sin saber bien qué nos espera en el fondo es el salto de fe que nos plantea Kierkegaard en cada decisión de nuestra vida. Lanzarnos al futuro no nos da ninguna respuesta, pero nos encamina a avanzar en este sinsentido.
Entonces, es algo irónico que siendo seres libres nuestras propias decisiones nos esclavicen al futuro; consiste de la primera aproximación filosófica a las crisis existencialistas de las personas (la depresión y el vacío del espíritu). Kierkegaard nos plantea la libertad subjetiva. La vida pesa y en ningún momento será sencillo enfrentarse a ella, pero no hay ninguna otra opción para los individuos libres, y en ese sentido, merece la pena vivirse. Tenemos la capacidad de hallar los momentos de liberación y por medio de ellos convertir nuestra existencia en una obra narrativa única.