Las leyendas e historias populares dan grandes lecciones. Contaba un fabulista famoso que había una vez una rana presumida que rechazó con mucha soberbia a un sapo por considerarlo «poco» para ella. Contaba también que más tarde la rana necesitó de la ayuda del sapo y que, con humildad, se vio obligada a pedirle perdón y a asumir que ella no era más que cualquier otro anfibio.
Lo que le ocurrió a la famosa rana de esta fábula es lo que les ocurre a muchas personas, o lo que puede pasarnos a todos en algún momento determinado de nuestras vidas. Además, están tan acostumbradas a que su actitud sea consentida que no se molestan en disimularla.
«Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría.»
Salomón
¿Qué significa ser humilde?
Como siempre que tratamos de definir algo de la forma más estándar posible, nos solemos acercar al diccionario. En este caso, el Diccionario de la lengua española dice que la humildad equivale a tener la virtud de ser conscientes de las debilidades y limitaciones propias.
Según esto, ser humilde se opone al orgullo vanidoso que va más allá del que tiene que ver con el amor propio y la dignidad individual. En el momento en el que la rana de nuestra fábula decide rechazar al sapo, lo hace porque lo considera feo, pero empleando una actitud arrogante de superioridad.
En este sentido, el comportamiento prepotente y la superioridad moral no definen a las personas humildes. Se trata de entender quiénes somos sin la necesidad de recordárselo al resto en forma de logros y éxitos.
¿Cuándo estamos practicando la humildad?
La humildad, es en la misma medida, una cualidad y un comportamiento que nos sitúa ante los demás, por lo que podemos decir que la humildad se puede practicar en cualquier acción que tomemos. Por ejemplo, lo hacemos en estas situaciones:
Descubriéndonos a nosotros mismos: comprendiendo que todos tenemos nuestras experiencias y circunstancias y dando por hecho que no podemos juzgar el camino de los demás sin habernos puesto sus zapatos.
Admitiendo nuestras equivocaciones y aprendiendo a pedir perdón cuando sea oportuno: esta quizá sea una de las actitudes que más nos cueste asumir porque nos pone de cara a nosotros mismos. Por esa razón, saber perdonar y aprender de los errores nos hace humildes.
Valorando las limitaciones y las libertades que tenemos: somos libres para decidir, para tomar direcciones hacia un futuro u otro, pero dentro de unas limitaciones. Saber cuáles son los defectos que nos frenan nos ayudará a superarlos humildemente.
La mariposa recordará siempre que fue gusano
Teniendo en cuenta todo lo dicho, la humildad tiene tanto valor que aquel que la consigue recordará siempre como mantenerla, porque habrá sabido encontrar armonía y paz interior. Además, habrá sabido alejarse de la vanidad y del apego material a las cosas.
La mariposa siempre recordará que fue gusano porque sabe que puede caerse en algún momento del vuelo y, entonces, entenderá que no es lo mismo ser humilde que tener una baja autoestima. La humildad desbordada es muy bonita, siempre que sepamos cuáles son los límites a los que hay que llegar, porque de lo contrario podemos hacernos daño.
La humildad logra que nos perfeccionemos, que sean amables y fraternales con nosotros, que encontremos a gente auténtica que nos quiera de verdad, que valoremos el esfuerzo por conseguir lo que nos hace felices.