Queridos hombres buenos, llegados a este punto nos va a tocar pediros perdón.
Por la situación a la que hemos llegado en España por culpa de algunas pocas y locas. Juro que yo no he tenido nada que ver. Es más, creo que soy de una gran mayoría de mujeres que desde ya os promete que va a hacer lo que haya falta, a vuestro lado para cambiar esto.
Porque es absurdo y espantoso que hayáis perdido vuestra presunción de inocencia. Que cualquiera movida por el deseo de salirse con la suya o de conseguir una ayuda os pueda destrozar la vida impunemente. Os pido que no os rindáis. Que les demostremos a esas pocas que sois nuestra otra mitad y no nuestro enemigo. Que la mayoría no sois “el chicle” sino los hombres que le pararon cuando asaltó a su última víctima.
Y os aseguro que me seguiré horrorizando cuando un hombre cometa un delito asqueroso. Como lo hacéis vosotros. Y pediré que se muera en la cárcel. Como lo haremos si lo comete una mujer. No necesitáis que Gillete os diga que ahora tenéis que ser unos petardos. Ni siquiera que Egard Watches os recuerde en un bonito vídeo lo que ya sabéis: que morís más que nosotras en homicidios, pero también salvando las vidas de los demás: en incendios, en intervenciones armadas…
Tengo tan reciente en la memoria el caso de los bomberos, guardias civiles y mineros de Toatalán que me parece imposible que alguien se niegue a reconocer vuestra importancia. Un grupo de hombres entregados hizo cosas que desde luego yo no tengo fortaleza física para hacer, y creo que hago bien en reconocerlo.
Me siento orgullosa cuando veo a mujeres desfilando en nuestras Fuerzas Armadas, por supuesto. Pero sé que, si algún día tiene que rescatarme inconsciente alguien, probablemente tendrá que ser un hombre. Un soldado, un bombero… y no dudéis que les confinare gustosa mi vida, sabiendo que su vocación será salvar a hombres y mujeres, como una madre cuida sin distinción a todos sus hijos sin importarle que sean niñas o niños.
Que desgracia debe ser tener un entorno que te haga pensar que los hombres son malos, y que quieren imponer no sé qué bobadas de patriarcado.
Tendré que dar gracias de haber crecido y vivido siempre rodeada de hombres estupendos y de mujeres que son y fueron lo que querían ser. No escuchéis a esa pocas –aunque desgraciadamente demasiadas- cuando gritan que “nos estáis matando”, la mayoría no somos como ellas ni estamos con ellas.
Seguid sujetándonos la puerta, ayudándonos a bajar un carrito de bebe. Seguid invitándonos a cenar de vez en cuando –nosotras os invitaremos otras tantas-. Seguid diciéndonos algo agradable cuando haya tiempo que no nos veáis. O, aunque os veáis todos los días.
Ante la duda, la buena educación como con todo en la vida, siempre funciona. Un “te veo estupenda” o “estas más delgada” la mayoría siempre lo recibiremos bien. Y es que esa mayoría sabemos que os necesitamos. Y os valoramos.
A los hombres valientes. A los hombres buenos. A nuestros padres, nuestros maridos, nuestros hermanos y nuestros hijos. A nuestros hombres.