Muchos nos quejamos por lo injusta que suele ser la vida a veces. Pero ¿Cómo no hacerlo? Si todos pasamos por la patética situación de tener que mendigar amor a quien no nos quiere dar ni un minuto de su tiempo.
Y ese es el asunto: Hasta que no aceptemos que nadie, por dignidad, “TIENE” que mendigar amor, no dejaremos de sufrir por él.
El amor no debe mendigarse, el amor es acto en que ambas partes entregan sin necesidad de quedarse vacíos, pues, en esa entrega, uno llena al otro y viceversa.
El amor es dar y recibir. Es algo complementario y es el camino más directo a ser felices.
Un amor que se suplica, deja de ser amor automáticamente, pues el amor es un acto de dos y al haber una de las partes negada a entregarse, este concepto cae y se derrumba con un edificio colapsando bajo sus propias columnas mal construidas.
El amor debe tener un sano soporte, unas columnas sólidas y un buen terreno en el cual construirse.
No existe amor sin dolor, pero es que el dolor suele ser inevitable. El dolor, ha diferencia del sufrimiento, es algo involuntario y no es más que una señal de que algo anda mal.
Las buenas parejas tienen la capacidad de confrontar el problema y aliviarlo, pero, cuando entramos en el sufrimiento, es decir, en la decisión de sufrir a diario por los males de la otra persona, entonces no es más que una falta de reconocimiento de lo que valemos realmente.
El amor no debe hacerte sufrir, el amor no se debe mendigar. El amor debe ser bueno para ambos.