Me cansé de seguir llorando por ti. No pienso derramar ni una lágrima más por ti, pues mis ojos cansados, ya se han secado. Aunque duelas, aunque estés clavado como una espina en medio del corazón, aunque cada respiración se sienta como un golpe en el pecho, ya no permitiré que mi vida se derrumbe por tu ausencia. No más, este es el límite y mis cupones del perdón, se han agotado.
Ahora, la puerta está abierta, y ni siquiera me hace falta pedirte que te vayas, pues ya lo has hecho. Maldigo el día en que decidí abrir esa puerta para que entraras con tu linda cara y gestos amable para opacar mi decisión de permanecer sola y deslumbrar con tu presencia las ganas de sentirme amada de nuevo.
Maldigo también darle rienda suelta a todos esos errores que tratabas de disimular y que yo de tonta aceptaba porque creía que, por amarte, podía tolerarlos y aceptarlos.
Pero ahora te digo basta, pues apenas salgas por la puerta la arrojaré con tal fuerza que más nunca volverá abrirse.
La única posibilidad de que la abra de nuevo, es que vuelva a sentir amor, pero para ti, no queda nada. No queda odio o rencor tan siquiera, solo queda experiencia que sirve de candado y ganas de seguir adelante que sirve para abrir otras puertas, donde otros amores, aguardan, para hacerme feliz o quizá, solo hacerme arrojar de nuevo la puerta.
Hasta entonces, con amarme a mí, se me hace suficiente.