La felicidad es uno de los tesoros más preciados de la humanidad. Todos estamos en búsqueda de la misma, aunque a veces no sepamos qué forma tiene, a qué sabe ni qué hacer para alcanzarla.
Día a día nos topamos con personas verdaderamente infelices. Se quejan de sus trabajos, sus estudios, su pareja, sus amigos… Se pierden de sí mismos culpando al exterior de todas sus desgracias.
Por lo general, cuando nos preguntan qué nos haría felices hablamos de cosas materiales y logros. Casa propia, vehículo propio, esposo, hijos, salud física… y aunque alcancemos todo eso, nunca será suficiente.
Es por ello que se perfila como una meta prácticamente inalcanzable, pues la pensamos desde lo que deseamos y no desde lo que tenemos. El momento en que nos despertamos es el más propicio para pintar nuestro día de gratitud y alegría, pues estás vivo y estás bien.
Ser agradecidos nos permite ver el mundo de una manera totalmente diferente a como lo consideramos a diario. Siempre seremos vulnerables ante los malos ratos, pero si los vemos no como un castigo divino sino como resultado de nuestras decisiones podremos aprovechar el aprendizaje que nos brindan.
Por otro lado, solemos incurrir en el error de depositar la responsabilidad de nuestra felicidad en alguien más. Sean nuestros padres, hijos, amigos, y sobre todo la pareja. Pues déjame decirte que es imposible que seas feliz con alguien si no estás satisfecha contigo, y estar satisfecha no significa conformarte con menos: significa apreciar la belleza de tu presente para construir un mejor futuro.
La pareja perfecta es un mito que muchos creemos verdad. Nada ni nadie nos hará felices si nosotros no nos abrimos a serlo, y si no tenemos la mejor disposición a ello la infelicidad los absorberá a ambos.
Estar sola es el mejor momento para conocerte de pies a cabeza. Mira hacia dentro de ti y delimita tus gustos y disgustos, lo que te apasiona y lo que te aterra, el sabor de helado que más te gusta y la bebida que te genera náuseas. Elógiate por ser tan buena en ciertas cosas, acepta lo que tienes por trabajar y perdónate por tomar decisiones erradas en el pasado.
Es así que la felicidad no es una utopía si la ves como lo que realmente es: un estado de conciencia plena que te permite aprovechar el presente, sea feliz o esté plagado de momentos adversos, para alimentar tu desarrollo personal.