No es fácil verla y saber que sus ojos son para otra persona. No lo es, cuando mi orgullo está de la mano con las ganas de hacerla mi compañera de vida. No es sencillo saber que ella ni siquiera sabe que existo, que soy parte de su entorno y que a diario se cruza conmigo.
No es nada fácil dejar de amar cuando mi cuerpo completo grita que me le entregue. No es fácil, incluso cuando mi cerebro me dice a cada momento, que no vale la pena perder el tiempo por ese amor no correspondido.
Y no es que ella sea una mala persona, para nada. Ella es maravillosa, es increíble e inteligente. Amo su manera de sonreír cuando alguien puede provoca una reacción positiva en ella.
Me encanta como sus mejillas se enrojecen, aunque su cara permanezca totalmente neutra tras un cumplido, pues considera que sonreírle a alguien que le coquetea sería una falta de respeto para sí misma.
Me enamora esa dureza, temple y carácter.
Me vuelve loco toda su moral y educación, pues me dan absurdas ganas de tocar todas las letras que pueden salir de un libro que describa todas sus fantasías.
Lo sé, es casi obsesivo, pero es que, mientras menos correspondida es, siento que me gusta más.
¿Tú no? ¿No has sentido acaso que, cuando un amor es prohibido, es aún más difícil desapegarse de la idea de querer conquistarla?
Que no te avergüence, todos alguna vez hemos estado a punto de cruzar esa línea entre lo correcto y lo incorrecto porque todos, en algún momento, nos hemos entregado sin previo aviso, sin tan siquiera recibir un solo gesto de aprobación para actuar.
Y para ti ¿Cómo son los amores no correspondidos?