Primero aclaremos algo, cuando hablamos de amar, no nos referimos a estar enamorados. El enamoramiento es el preámbulo de una relación y la posible decisión de empezar a amar a nuestra pareja. Sí, amar se trata de una decisión que corresponde a un sentimiento de cariño, añoranza y estima por el otro y su bienestar.
Posiblemente, si siempre has tenido la idea de que el amor es un sentimiento por lo “profundo” que suele sentirse en el pecho, la verdad es que eso es solo un síntoma del mismo amor, pero, en sí mismo, el amor se trata de decidir si aceptamos o no los defectos de la otra persona. Se basa en decidir compartir la vida y en que nuestras acciones vayan ahora en pro del bienestar de la otra persona y no solo de ti.
Es una forma de entrega y “sacrificio”, aunque dicho sacrificio pasa a ser un placer cuando las acciones desinteresadas por la otra persona están impulsadas por el cariño. Amar es decidir ser fiel, y esto se supone que no debe ser una responsabilidad, porque la fidelidad también pasa a ser otro de los placeres de demostrar el amor que se siente por la pareja.
El amor también puede verse como una decisión de querer ser felices, ya que este es en sí mismo, un estado de plenitud y tranquilidad donde el hombre y la mujer logran perfeccionarse y apuntan a ser cada vez mejores por el otro, y eso, de nuevo, es una decisión.
Tomás de Aquino, quien fue un filósofo que dio quizá el concepto más acertado de todos sobre el amor, expone: “El amor es querer el bien del otro en cuanto a otro”. En palabras más sencillas, amar es decidir que nuestras acciones sean en pro del beneficio del otro y del nuestro, porque queremos que esa persona esté bien, sea mejor y que, sobre todas las cosas, sea feliz.