Yo no llamo primer amor al primer noviazgo. Tampoco a la primera persona que me hizo pensar que mi relación con él duraría para siempre.
No llamo primer amor a la primera vez que me hicieron sentir que le pecho de se andaba cuando estaba lejos de esa persona.
Ni siquiera llamo primero amor a la primera persona con la que me entregué por completo, tanto emocional como físicamente.
Yo llamo primer amor a la persona que me hizo querer ser la mejor versión de mí, porque sentí que era tan especial que me hizo pensar en que ella merecía todo lo bueno que pudiese darle desde el corazón.
Llamo primer amor a quien me hizo decir un te amo totalmente seguro de que recibiría uno de vuelta.
Llamo primer amor a mi cuarta o quinta relación, pues ya ni sé cuántos romances tuve antes de este primer amor.
Llamo primer amor a esta relación donde a pesar de que el pecho se me agranda de tanto sentimiento, no me dejo llevar por la emoción y mantengo siempre la inteligencia de primero.
No llamo primero amor a esa relación donde todo fue una locura y súbita bajada y subidas de emociones sin control alguno. Porque el amor es una decisión que debe tomarse con racionalidad y sin perder el foco de lo que es correcto y conveniente para ti y para la pareja.
Dejemos de llamar primer amor a esa persona que nos hace volar la mente y nos pone el mundo patas arriba. Dejemos de creer que el primer amor es un instante de locura incontrolable o que es el momento idóneo para equivocarnos.
Esos son solo ilusiones. Relaciones puestas en nuestro camino para que comprendamos qué es y no es correcto realizar. Son preámbulos que nos preparan para la llegada del primer amor verdadero, ese donde podemos querer sin perder la cabeza y sin perder nuestra identidad.
Es ese al que yo llamo el primer amor, en donde incluso, antes de cometer un error, estamos conscientes de lo que vamos a hacer, porque amamos inteligentemente con el corazón.