El mundo puede resultar confuso en ocasiones. Nos puede hacer pensar muchas veces que lo correcto puede ser falso, engañoso o incluso, indolente… Puede hacernos creer que las mujeres de gran valor son las que tienen una buena posición económica, como las ejecutivas, las empresarias o las de alta clase y guapas de actitud pedante y físico perfecto. La sociedad ha enmarcado a este tipo de mujeres como el patrón de perfección y estabilidad.
Pero, a medida que avanza el tiempo, esa idea superflua ha ido desapareciendo, no precisamente por la misma comunidad machista, sino porque cada mujer, por sí misma, desde el núcleo familiar, ha ido adoptando un papel mucho más protagónico y decidido. Son las mujeres de decisiones asertivas, espíritu fértil y pasos grandes, las que han ido transformando el concepto de ser mujer dentro de la sociedad.
A ellas, se les debe mucho, porque han ido equilibrando el desempeño de los hombres y las mujeres dentro del mismo entorno, demostrando que son tan capaces de actuar, pensar y hablar como los hombres y ayudando a redirigir al mundo desde grandes puestos políticos, como lo son embajadoras, presidentas y ministras, hasta las más necesarias amas de casa que han logrado inculcar a sus hijas los más buenos valores para que, el día de mañana, esas mismas personas crezcan con ideas de cambiar el mundo.
Por ello, las mujeres alfas, no necesitan que la sociedad de el primer paso por ellas para alcanzar la igualdad de género y sus respectivos derechos, ellas, por sí solas, ya han dado el primer paso desde hace algunos años y hoy podemos ver, al menos en los países más desarrollados, que el papel de la mujer dentro de la sociedad ha llegado hacer tan importante como el del hombre.