Cosí mis heridas con las agujas del reloj.

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Con el solo transcurrir del tiempo, las cosas se reubicaron dentro de mi corazón. Es como si el tiempo fuese recogiendo pieza a pieza las partes de tu corazón roto, y las reuniese de nuevo dentro de tu pecho, y, aunque no quede del todo arreglado, con cicatrices y alguna que otra grieta, puede latir de nuevo… Y no importa cuantas veces te rompas, el tiempo siempre sanará.

Algo característico de esto, es que, mientras más veces te quiebren, más fuerte se vuelve el corazón, así, como los huesos. Cuando un hueso recibe un golpe, por dentro, éste se fractura y se renueva, reforzándose y sanándose a sí mismo. Lo mismo sucede con tu corazón, el tiempo le va dando más fortaleza tus emociones de modo que, cuando alguien intente jugar con ellas de nuevo, se le dificulte cada vez más.

El tiempo trae consigo no solo la sanación, sino a un gran aliado el cual es llamado “Experiencia”. A través del tiempo, absorbemos a experiencia como parte de nuestro ser. El nace a partir de nuestros errores y pesares, y lo mejor es que se queda para siempre. Si hacemos caso omiso a experiencia, estamos destinados a cometer siempre el mismo error, y eso es, en sí mismo, otro error.

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Podemos tener todo el tiempo del mundo, pero si dejamos el “aprender” para adquirir experiencia, de lado, entonces no estamos viviendo, solo estamos entregándonos a los motivos que nos puedan hacer pedazo con los brazos abiertos.

Abracemos al tiempo y usemos las agujas del reloj para sanar cada herida y desilusión, porque el tiempo nos dará lo que más necesitamos para ello, nos dará el poder de reconocernos a nosotros mismos, nuestra dignidad y el verdadero valor de nuestro espíritu.