Pasamos mucho tiempo intentando descubrir a la persona que amamos, pero que nos a aman a cambio de que dejemos atrás nuestro amor propio. Eso hace que nuestra mente se llene de cientos de dudas y nos hace preocuparnos sobre el rumbo de nuestros sentimientos. Ese no es un rasgo característico del amor verdadero.
Nadie le pertenece a nadie, y nadie es lo suficientemente importante como para hacerte renunciar a tu dignidad. Quien te ama de verdad, te valora y respeta y aprecia que sepas también valorarte y respetarte a ti misma.
La única forma de amar realmente, es aceptando al otro tal y como es y buscar mejorar por esa persona. Es un tipo de cambio, pero un cambio noble y sincero que nace desde el corazón y no de forma obligatoria. Hay que amar en el momento, en este preciso instante, haciendo que cada sentimiento que surja prevalezca por medio de una acción inmediata.
No dejes que el amor se esfume por no sacarlo fuera. Si lo sientes, dilo, exprésalo y no dejes que se pudra. Las acciones mantienen vivo al amor y promueven al nacimiento de nuevos sentimientos en los corazones ajenos. Así que, en la medida que sientas, házselo saber a quien tienes al lado, porque su corazón quizá está a la altura del tuyo.
El amor verdadero sucede cuando dos corazones están latiendo en la misma frecuencia, a la misma velocidad y por el mismo motivo, el cual es el estar junto y planear estarlo hasta el final de sus respectivos días.